-Sí papá, pero, ¿y esa?- dijo el chico, señalando a una
pequeña ciudad-.
El padre negó con la cabeza.
Una hora más tarde, ya habían llegado a la casa. Bajaron y
el padre sacó una llave, la miró un segundo, y sonrió. Entonces abrió la puerta
y entraron.
-Aquí vivía yo cuando era pequeño- dijo el padre con
nostalgia-. Exploraron la casa, habitación por habitación.
El chico se separó de su padre y subió unas escaleras que
conducían al desván. Abrió la caja que miraba y contempló una llave, junto a una
nota. El padre lo miraba.
“Ahora es su turno”, pensó.
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