sábado, 23 de noviembre de 2013

Relato de una fotografía

Cristian estaba nervioso, era su primer día en aquel instituto. Era un chico alto, moreno, tenía los ojos de un color oscuro. Se quedó mirando el edificio, con su mirada profunda, fría. En apariencia era un instituto moderno, al menos por fuera. Estaba rodeado de arbustos, de modo que no se podía ver lo que había dentro, si mirabas desde fuera. Pero hubo una cosa que le llamó la atención de verdad. Fue que en un instituto público, hubiese vallas como si fuera una cárcel.

Al cabo del día, conoció a sus compañeros de clase. No eran muchos, ya que el instituto y el pueblo en el que estaba, no eran muy grandes. Les preguntó el por qué de que hubiera vallas, pero ni ellos lo sabían. Se sentía encerrado, atrapado en aquellas cuatro paredes. 

Uno de sus compañeros de clase se le acercó. Se llamaba Rubén, y era algo más bajo que él, pero era más delgado. Se presentó y le dijo que él se sentía igual que él, y le propuso una cosa. Cristian no se lo pensó mucho y aceptó. Ya no era tanto por las vallas, quería rebelarse, de una forma u otra, contra sus padres, por mudarse allí sin ni si quiera consultarle.

Tres días más tarde, por la noche, los dos chicos se colaron al instituto. Llevaban tenazas para romper las vallas. A base de patadas las tiraron al suelo. Rompieron cristales tirando piedras e hicieron pintadas en las paredes. Pero cuando estaban a punto de irse, oyeron unas sirenas de policía. Al parecer, alguien los había visto. Huyeron por el recreo hasta la otra parte del instituto y por allí salieron. Corrieron todo lo que pudieron y se escondieron entre unos árboles que había cerca. Dejaron pasar la policía y volvieron a sus casas.

Al día siguiente, el director llamó a su despacho a Rubén. Ambos temieron que los hubieran descubierto. Cuando volvió estaba serio, cabizbajo. Cristian le preguntó pero no le dijo nada.

No volvió a preguntarle, y unos días después, Rubén no fue a clase. Le preguntó a sus compañeros que si sabían algo. Estos le dijeron que lo habían llevado a un centro de menores, porque fue él quien hizo todo eso al instituto. Cristian se quedó petrificado. No lo había delatado, asumiendo él todo el castigo.

Unos días más tarde Cristian se fue de casa y nadie sabía donde. Nunca lo encontraron.


 


jueves, 7 de noviembre de 2013

Relato corto sobre la frase


  • El que busca la verdad, corre el riesgo de encontrarla.

De sus 15 años de vida, David había vivido 12 con sus padres adoptivos. Descubrió que era adoptado cuando tenía 10 y desde entonces ha intentado averiguar quién eran, ya que no sabía ni si quiera qué les pasó.
Empezó por preguntar en el orfanato en el que estuvo de pequeño, pero no sacó nada en claro. Luego decidió buscar información en Internet sobre noticias de el año en el que estuvo en el orfanato. Vio una que le llamó la atención. Decía que un niño de tres años había sido secuestrado cuando estaba con sus padres en un parque. Siguió buscando y encontró que la policía tenía como sospechosos a un matrimonio, al lado había fotos.
Los reconoció. Eran sus padres adoptivos.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Me gusta/No me gusta

ME GUSTA

Las pachangas con mis amigos y los piques por ver quién lo hace mejor. Leer por las noches hasta que me entra sueño. Escuchar música con los cascos tumbado en mi cama. Ir a cenar a casa de mis abuelos los sábados. Las natillas de mi abuela. Las tardes de invierno con la manta en el sofá. Las fiestas en las cocinillas de Ramón y Rubén. Hablar con mis amigos por el móvil. Las comidas familiares en casa de mi abuela. Salir por las noches con mis amigos. Comer pipas. Las tardes de verano en la  piscina. La sensación al salir de la ducha después de entrenar. El tacto del balón. Me gusta ver como llueve por la ventana. Estar solo en algunos momentos. Salir a patinar en verano. Ver series en el ordenador tumbado en la tumbona. Que me den ataques de risa hasta llorar. Madrugar los fines de semana para jugar los partidos. Los bocadillos de jamón a la catalana que hace mi madre.


NO ME GUSTA

No me gusta la mala música. Que me mientan y me oculten cosas. Tener que pasarme tardes enteras estudiando. Las modas, lo que le gusta a todo el mundo. No me gusta estar enfadado porque sí. La gente que no atiende a razones aunque no tenga sentido lo que dicen. No me gusta pasar frío por las mañanas. Las malas películas y los malos libros. Que toquen mis cosas y me las descoloquen. Que me obliguen a hace cosas. Estar estresado. Que me ignoren y no me hagan caso cuando tengo algo importante que decir. No me gusta perder a nada. Que se queden mirándome fijamente creyendo que no me doy cuenta. No me gustan las bebidas con gas. Odio estar aburrido sin saber que hacer. Que me molesten las moscas. Que me piquen los mosquitos por las noches en verano. Que el viento me despeine. El desorden. La gente lenta para hacer las cosas. Tener que pisar el barro y mancharme.















Dilema moral

Juan va al instituto Atenea en Ciudad Real. Él lleva sintiéndose mujer desde pequeño, pero fue tan solo hace un par de años cuando se lo dijo a sus padres y familiares. Sus padres lo llevaron al psicólogo pero éste les dijo que era normal y que lo mejor que podían hacer era aceptarlo tal como es. Por eso, ya lo aceptaron y se está empezando dejando a dejar pelo largo y se ha comprado alguna ropa de chica. Al principio, a los compañeros de clase les resultó raro y lo dejaron de lado, incluso hubo un compañero que se empezó a meter con él pero el equipo directivo castigó al alumno y fue expulsado. Ahora todos ya lo ven como a otro compañero más. Pero hay un problema, sus padres han intentado ir a hablar con el director del centro para que al pasar lista lo llamen de otra manera, pueda ir al baño de chicas, o que le den el uniforme de chicas del instituto. Pero Miguel Ángel, el director, se niega porque dice que en el fondo sigue siendo un chico y los alumnos podrían sentirse incómodos. 

+ ¿Debería el director permitirle comportarse como chica o debería negarse?   



Microrrelato

-Sí papá, pero, ¿y esa?- dijo el chico, señalando a una pequeña ciudad-.
El padre negó con la cabeza.
Una hora más tarde, ya habían llegado a la casa. Bajaron y el padre sacó una llave, la miró un segundo, y sonrió. Entonces abrió la puerta y entraron.
-Aquí vivía yo cuando era pequeño- dijo el padre con nostalgia-. Exploraron la casa, habitación por habitación.
El chico se separó de su padre y subió unas escaleras que conducían al desván. Abrió la caja que miraba y contempló una llave, junto a una nota. El padre lo miraba.
“Ahora es su turno”, pensó.